Viaje a la Antártida
Estaba
a punto de comenzar la expedición del Endurance, que zarpaba de las costas de
Inglaterra y se proponía atravesar la Antártida, el gran continente helado. Ernest
Shackleton paseaba por la cubierta del buque revisando los últimos detalles.
-
¡Vamos, muchachos!
Zarpamos inmediatamente.
El
Endurance navegó durante varios meses hasta llegar a las frías aguas que rodean
la Antártida. Enseguida
se puso de manifiesto la dureza del viaje: avanzar rodeados de icebergs no era
tarea fácil Pese a todo, a bordo reinaban el optimismo y la camaradería.
Súbitamente,
una brusca bajada de las temperaturas dejó el barco atrapado en le hielo.
Shackleton y sus hombres tuvieron que pasar alló el largo invierno antártico.
Ellos confiaban en que, con la llegada de las primavera, cuando empezase a
derretirse el hielo, la nave pudiera avanzar de nuevo entre las aguas y llegar
a la costa. Pero no fue así: el comienzo del deshielo provocó una enorme
presión en el barco y lo dañó seriamente. ¡El Endurance ya no podía navegar!
Shackleton
ordenó entonces abandonar la embarcación. Los hombres lo prepararon todo para
desembarcar. Poco después, comenzaron a caminar con dificultad por el hielo,
para intentar llegar a tierra firme. Cargaban con el equipo y los víveres y
arrastraban los botes que habían recuperado del barco. Avanzar con todo aquello
era casi imposible.
Así
que, finalmente, decidieron asentarse sobre un iceberg; pensaban que, con
suerte, las aguas irían acercando aquel enorme bloque de hielo hacia el oeste,
donde se encontraba la tierra firme a la que ansiaban llegar. Allí ,los hombres
de Shackleton improvisaron un campamento y sobrevivieron durante unos meses
intentando no caer en la desesperación: jugaban a las cartas, cantaban e
incluso celebraban los cumpleaños.
Sin
embargo, cuando el hielo comenzó a resquebrajarse, comprobaron que resultaba
peligroso continuar en aquel lugar. Shackleton decidió que se harían a la mar
en los botes que habían rescatado del Endurance. El objetivo era alcanzar una
isla. El grupo de aventureros se puso en marcha de nuevo, pero la travesía fue
infernal: el frío era insoportable, los botes parecían diminutas cáscaras de
nuez entre las gigantescas olas y las ballenas resultaron ser un peligro
constante.
Por
fin, después de una semana de viaje en la que sufrieron terribles penalidades,
desembarcaron en una isla. ¡Habían llegado a tierra! Los hombres de la
expedición estaban eufóricos, todos menos Shackleton. El sabía que la odisea
aún no había terminado. No podrían resistir mucho tiempo en aquella tierra
inhóspita. Era preciso alcanzar otra pequeña isla en laque, según sus datos,
había una estación ballenera. Allí podrían encontrar ayuda.
Y
así fue como Shackleton y cinco de sus hombres emprendieron una nueva travesía.
Tras varios días en los que resistieron temperaturas extremas y embestidas de
un mar furioso, arribaron finalmente a la isla donde se encontraba la estación
ballenera. Pero, después de desembarcar,
aún debían recorrer treinta kilómetros por tierra para lelgar hasta el lugar
donde podían prestarles auxilio. El pequeño grupo tuvo que asecender elevadas
cumbres de hielo, deslizarse por empinadas pendientes y pasar tres largas
noches casi sin dormir. Al amanecer del tercer día, consiguieron llegar
milagrosamente a su destino. ¡Shackleton y sus hombres estaban salvados!
Al
ver el estado de aquellos hombres, que llegaban exhaustos, los balleneros se
quedaron impresionados. Y aún se
sorprendieron más al escuchar el increíble relato de las aventuras que habían
vivido. Inmediatamente, se envió un barco desde la estación ballenera para
rescatar al resto de los miembros de la expedición del Endurance, que
afortunadamente pudieron regresar sanos y salvos.
Y,
aunque Shackleton y su tripulación no consiguieron el propósito de atravesar la Antártida de lado a
lado, todavía hoy se recuerda la aventura del Endurance como una increíble
muestra de la resistencia humana.
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