El largo viaje de
Aníbal.
El
pequeño Aníbal estaba jugando junto a su padre, en Cartago, cuando llegó a
palacio un mensajero procedente de una colonia cartaginesa. El hombre bajó de
su caballo y puso la rodilla en tierra mientras decía:
-
Señor, vengo de
laisla de Cerdeña. Los romanos han invadido nuestras tierras, han destruido
nuestras ciudades y han incendiado nuestros campos. Muchas personas han muerto
y otras están presas.
El
padre de Aníbal se dejó caer sobre su trono completamente abatido. Al verlo así,
el pequeño lo abrazó con fuerza y se echó a llorar. Entonces, su padre recuperó
la calma y le dijo:
-
No llores, hijo. Los
romanos no podrán con nosotros. Cartago volverá a ser un país fuerte y
poderoso.
Pasaron
los años y Aníbal creció recordando siempre las palabras de su padre. Un buen día,
el joven, convertido en general, embarcó con un puñado de hombres y, desde las
costas africana, llegó a la península ibérica, donde los cartagineses habían
fundado varias ciudades.
Una
vez allí, Anibal se dedicó a preparar un ejército que fuera capaz de
enfrentarse al poder de Roma: reclutó
soldados, hizo fundir espadas y curtir pieles, mandó fabricar monturas para los
caballo y cargar carros con provisiones… Finalmente, consiguió disponer de un
poderoso ejército, formado por miles de soldados y un arma nueva: más de
treinta elefantes africanos entrenados para el combate.
Cuando
todo estuvo listo, Aníbal emprendió con su ejército un larguísimo viaje: cruzó la Península, atravesó los
Pirineos, penetró en tierras francesas y llegó hasta la cordillera de los
Alpes, dispuesto a entrar en Italia. Ante aquella impresionante barrera de
montañas y bajo un frío insoportable, Aníbal les habó así a sus hombres:
-
Soldados, los
romanos no esperan que crucemos estas montañas nevadas. ¡Los sorprenderemos y
conseguiremos derrotarlos!
El
gigantesco ejército cartaginés se puso en marcha. Muchos hombres murieron de frío
y otros se despeñaron por los precipicios. Y también se perdieron algunos
elefantes. Pero, finalmente, los cartagineses penetraron en Italia y
continuaron su avance hasta llegar ante el enemigo.
Aníbal
desplegó su ejército frente al os romanos, con sus elefantes en primera línea. Luego,
ordenó atacar.
Los
elefantes avanzaron y sembraron el terror entre las legiones de Roma. Y tras
los elefantes se lanzó la caballería, que ya solo tuvo que perseguir a los
soldados romanos que huían despavoridos.
Aníbal
logró así derrotar a los desconcertados romanos. Más tarde consiguió otras
victorias. Pero, al final, el poder de Roma se impuso y Aníbal, el genio de la
guerra, fue derrotado.
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