Es una historia documentada en la ciudad alemana de Hamelín, donde ocurre una desgracia: sufren una plaga de ratas.
Esta plaga ocurre en junio del año 1284 y los habitantes de la ciudad piden ayuda a un señor para acabar con la plaga.
¿Quieres saber que pasó con las ratas? ¿Sabes que más ocurrió en la ciudad?
Aquí tienes la lectura de esta semana.
El flautista de Hamelín
Hace mucho tiempo, en un
pueblecito llamado Hamelín, sucedió algo muy extraño. Un día, todas las
calles fueron invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes,
arrasando con todo el grano que había en los graneros y con toda la comida de
sus habitantes.
Nadie acertaba a comprender el motivo de la invasión
y, por más que intentavan ahuyentar a los ratones, parecía que que lo único que
conseguían era que acudiesen más y más ratones.
Ante la gravedad de la situación, los prohombres de la
ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones,
convocaron al Consejo y dijeron:
- “Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de
los ratones”.
Pronto se presentó joven flautista a quien nadie había
visto antes y les dijo:
- “La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un
sólo ratón en Hamelín”.
El joven cogió su flauta y empezó a pasear por las
calles de Hamelín haciendo sonar una hermosa melodía que parecía encantar a los
ratones. Poco a poco, todos los ratones empezaron a salir de sus escondrijos y
a seguirle mientras el flautista continuaba tocando, incansable, su flauta.
Caminando, caminando, el flautista se alejó de la ciudad hasta llegar a un río,
donde todos los ratones subieron a una balsa que se perdió en la distancia.
Los hamelineses, al ver las calles de Hamelín
libres de ratones, respiraron aliviados. ¡Por fin estaban tranquilos y
podían volver a sus negocios! Estaban tan contentos que organizaron una fiesta
olvidando que había sido el joven flautista quien les había conseguido alejar
los ratones. A la mañana siguiente, el joven volvió a Hamelín para recibir la
recompensa que habían prometido para quien les librara de los ratones.
Pero los prohombres, que eran muy codiciosos y
solamente pensaban en sus propios bienes, no quisieron cumplir con su promesa:
- “¡Vete de nuestro pueblo! ¿Crees que te debemos
pagar algo cuando lo único que has hecho ha sido tocar la flauta? ¡Nosotros no
te debemos nada!”
El joven flautista se enojó mucho a causa de la
avarícia y la ingratitud de aquellas personas y prometió que se vengaría.
Entonces, cogió la flauta con la que había hechizado a los ratones y empezó a
tocar una melodia muy dulce. Pero esta vez no fueron los ratones los que
siguieron insistentemente al flautista sino todos y cada uno de los niños del
pueblo. Cogidos de la mano, sonriendo y sin hacer caso de los ruegos de sus
padres, siguieron al joven hasta las montañas, donde el flautista les encerró
en una cueva desconocida.
Hamelín se convirtió en un pueblo triste, sin las
risas y la alegría de los niños; hasta las flores, que siempre tenían unos
colores espléndidos, quedaron pálidas de tanta tristeza.
Pasados unos meses, los prohombres de Hamelín, junto
al resto de habitantes del pueblo, buscaron al flautista para pagarle las cien
monedas de oro y pedirle perdón y que por favor les devolviese a sus niños.
A partir de aquél día, los habitantes de Hamelín
dejaron de ser tan ávaros y cumplieron siempre con sus promesas.
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