Un halloween inesperado
Hace mucho
tiempo, la mayoría de los monstuos eran seres simpáticos y golosos, tontorrones
y peludos que vivían felizmente en su monstruoso mundo. Hablaban y jugaban con
los niños y les contaban cuentos por las noches. Pero un día, algunos monstruos
tuvieron una gran discusión por un caramelo, y uno se enfadó tanto que sus
furiosos gritos hubieran asustado a cualquiera. Y entre todos los que quedaron
terriblemente asustados, las letras más miedosas, como la L, la T y la D, salieron corriendo de aquel
lugar. Como no dejaron de gritar las demás letras también huyeron de allí, y
cada vez se entendían menos las palabras de los monstruos. Finalmente, sólo se
quedaron unas pocas letras valiente, como la G y la r, de forma que en el mundo de los
monstruos no había forma de encontrar letras para conseguir decir algo distinto
de GRRRR!!!, AAAAARGG!!!! o BUUUUUH!!!!
A partír de
aquello, cada vez que iban a visitar a
alguno de sus amigos los niños, terminaban asustándoles; y con el tiempo, se
extendió la idea de que los monstruos eran seres terribles que sólo pensaban en
comernos y asustarnos.
Un día, una niña
que paseaba por el mundo de los monstruos buscando su pelota, encontró escondidas
bajo unas hojas a todas las letras, que vivían allí dominadas por el miedo. La
niña, muy preocupada, decidió hacerse cargo de ellas y cuidarlas, y se las llevó
a casa. Aquella era una niña especial, pues aún conservaba un amigo monstruo
muy listo y simpático, que al ver que nada de lo que decía salía como quería,
decidió hacerse pasar por mudo, así que nunca asustó a nadie y hablaba con la
niña utilizando gestos. Cuando aquella noche fue a visitar a su amiga y encontró
las letras, se alegró tanto que le pidió que se las dejara para poder hablar, y
por primera vez la niña oyó la dulce voz del monstruo.
Juntos se
propusieron recuperar las voces de lso demás monstruos, y uno tras otro los
fueron visitando a todos, dejándoles las letras para que pudieran volver a
decir cosas agradables. Los monstruos, agradecidos, les entregaban las mejores
golosinas que guardaban en sus casas, y así, finalmente, fueron a ver a aquel
primer monstruo gruñón que organizó la discusión. Estaba ya muy viejecito, pero
al ver las letras, dio un salto tan grande de alegría que casi se le saltan los
huesos. Y mirando con ternura las asustadas letras, escogió las justas para
decir perdón. Debía llevar esperando años aquel momento, porque enseguida animó
a todos a entrar en su casa, donde todo estaban preparado para una grandísima
fiesta, llena de monstruos, golosinas y caramelos. Como las que se hacen en
Halloween hoy día; qué coincidencia, ¿verdad?
que chulo
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