Esta semana hemos tenido una lectura de un cuento sinfónico que nos ha encantado.
La música esta compuesta por Sergéi Prokófiev, un compositor ruso que la escribió en el año 1936.
En Rusía hay un cuento popular que se titula Pedro y el Lobo, cuya moraleja es descubrir la importancia de la sinceridad. A Sergéi Prokófiev le gustaba tantísimo esta historia que decidió ponerle música para que aún fuese más bonita.
A cada personaje del cuento le adjudicó un instrumento, de manera que cada vez que apareciese ese personaje sonaría una melodía tocada por su instrumento correspondiente.
Si quieres descubrir los personajes y sus instrumentos o conocer el cuento popular ruso.... sólo tienes que pinchar sobre el título y disfrutar.
Os dejamos de nuevo la portada en blanco y negro por si queréis imprimirla y colorearla.
Pedro y el lobo
Quisiera contaros una historia, la historia de
Pedro y el lobo. Una fábula musical donde los personajes están representados por
diversos instrumentos.
Un pajarito ligero y delicado de plumas como la
seda: la flauta
Un estúpido pato de pico ancho y palmípedos pies:
el oboe
Un gatito suave pero voraz y vanidoso: el clarinete
El sabio y viejo abuelo constantemente preocupado
por Pedro: el fagot
Un lobo de afilados dientes y afiladas garras.
¡Cuidado que llega!
Pedro el héroe de nuestra historia, tan importante
que esta representado por todos los instrumentos de cuerda de la orquesta
Los cazadores rastreando el bosque
Y disparando sus escopetas: los timbales
Era muy de mañana cuando Pedro salió de su casa
abrió la puerta y se dirigió al ancho y verde prado.
En la rama de un árbol enorme estaba un precioso
pajarito. “Todo está tranquilo y apacible esta mañana”, dijo piando alegremente.
En ese preciso instante apareció el pato paseando
con sus típicos andares. Se alegró de que Pedro hubiera dejado la puerta
abierta, había un profundo estanque en el prado y le gustaba nadar.
Al ver al pato el pájaro bajo volando y se acerco
a él
El pajarito que era muy afable dijo: “Que clase de
pájaro eres que no puedes volar”, “Que clase de pájaro eres que no puedes
nadar”, respondió el pato con desdén. Dicho lo cual se zambullo
presuntuosamente en el estanque.
Aquello acabó en una discusión. Discutieron,
discutieron. El pato mientras chapoteaba en el agua, el pájaro brincando
enojado en la orilla.
En aquel instante algo atrajo la atención de
Pedro; un gato. Un gato acechaba entre la hierba.
El gato pensaba: “Este pájaro está ocupado
discutiendo, es muy probable que lo pueda atrapar ahora”. Y se arrastro
preparando sus aterciopeladas garras.
¡Cuidado! gritó Pedro y el pájaro levanto el vuelo
justo a tiempo.
Mientras el pato graznaba enfadado al gatito....
Desde el centro del estanque, el gatito paseaba arriba y abajo observando al
pájaro y pensaba “Miapregunto si merece la pena trepar tan alto, cuando llegue
allí el pajarillo se habrá escapado”.
Y el abuelo, fumando su pipa, salió de la casa y
cruzo el portón que estaba abierto. No le gustaba que Pedro entrase en el prado
“No es un sitio adecuado para ti, hay lobos y todo. ¿Sabes algo acerca de los
lobos? Seguro son peligrosos”.
Pedro no dijo nada; por supuesto no temía a los
lobos pero no podía discutir con su abuelo.
El abuelo llevó a Pedro a casa y cerro la puerta
asegurándola.
Tan pronto como Pedro se hubo marchado un
hambriento lobo gris salió del oscuro bosque.
El gato se volvió y lo vio. En un segundo huyo
subiéndose al árbol.
El pato grazno histéricamente pero en medio de su
terror saltó estúpidamente fuera del estanque.
El lobo lo vio y se abalanzó como una bala hacia
él y no importa cuan rápido el pobre pato trataba de correr, no podía escapar,
el lobo se acercaba más y más. Ya sentía su aliento. Ya le alcanzaba. Por fin
lo atrapó y de un solo bocado se lo tragó.
Ahora las cosas estaban así: el gato subido en el
árbol sentado en una de las ramas.
El pajarito en el mismo árbol sobre otra rama,
pero no demasiado cerca del gato pues no había precisamente una gran amistad
entre ellos.
El lobo paseaba arriba y abajo al rededor del
árbol observando con ojos voraces y relamiendo sus hambrientas mandíbulas.
Pedro, que lo había visto todo, pensaba “Aja de
modo que el lobo quiere a uno de ellos. Esto puede convertirse en un doble
juego. Yo lo atraparé”.
Pedro se fue a su habitación, buscó una cuerda
fuerte y ensayo una o dos rápidas lazadas.
Salió, y sin ruido trepó al muro de piedra sobre
el que se extendía una de las ramas del árbol.
Silenciosamente agarró la rama y ágilmente se
subió en el árbol.
Le murmuró al pájaro: “Se buen pajarito revolotea
sobre la cabeza del lobo, pero no te acerques demasiado, solo lo suficiente
para mantenerle ocupado durante unos segundos”.
El pájaro obedeció y voló sobre la cabeza del lobo
casi tocándole. El lobo daba grandes saltos. Chasqueaba sus afiladísimos
dientes.
Pero el pájaro era muy listo y el lobo no pudo
alcanzarle.
Mientras tanto, Pedro agarro la cuerda firmemente
con la mano.
Sin que el lobo lo advirtiese deslizo el lazo
sobre su rabo y entonces tiró de la cuerda con todas sus fuerzas.
¡Hecho! El lobo estaba atrapado. Agarrado por el
rabo. El lobo saltó salvajemente tratando de escapar.
Pero Pedro ató el otro extremo de la cuerda al
árbol.
Cuanto más se revolvía el lobo más se apretaba el
lazo en su dolorida cola.
Y en aquel momento, los cazadores salieron del
bosque. Siguiendo muy de cerca el rastro del lobo y disparando de vez en cuando
sus escopetas.
“¡Alto no disparen!”, gritó Pedro, “el pajarito y
yo hemos atrapado al lobo, ayudadnos a llevarlo al zoológico”.
Y entonces, figuraos el cortejo triunfal.
Pedro a la cabeza de todos, seguido por los
cazadores arrastrando al lobo. A la saga de la columna el gato y el abuelo,
este fumando su pipa y moviendo quisquillosamente la cabeza murmuraba: “bien,
¿y si Pedro no hubiese atrapado al lobo, entonces que?
Por encima de todos volaba el pajarito. Se sentía
orgulloso de sí mismo. “Mirad lo que Pedro y yo hemos atrapado”.
Y si escucháis atentamente aun podéis oír al
estúpido pato graznando en la barriga del lobo porque sabéis, en su furioso
ataque, el lobo se lo había tragado vivo.