Esta semana los niños de 3º A, pudimos disfrutar de una estupenda historia que nos contó nuestra compañera Lucía Aznar.
Además la historia vino con susto, que casi nos mata, ¿recordáis?
Aquí os dejo una foto y la historia por si la queréis releer.
El susto de
Celia
¡Mamá!,
¡mamá! –gritaba Álvaro mientras corría despavorido hacia la habitación de sus
padres.
¿Qué
te sucede hijo? – le preguntó mamá.
Hay
una mano mamá. Hay una mano verde y peluda. Me ha agarrado de los pies y me
apretaba muy fuerte. La mano hablaba mamá.Me decñia que me iba a arrastrar al
ático para encerrarme hasta que dejase de ser un enano “cobardita”
¡Celia!
– grito mamá
La
puerta de la habitación de la niña se abrió y asomó una carita pecosa - ¿Qué
pasa mami?
¿Cuántas
veces te he dicho que no asustes a tu hermano, Celia? – le preguntó mamá.
Una
amplia sonrisa se dibujó en la cara de la niña. –Es que es tan divertido, mami…
Celia
tenía 12 años, dos más que su hermano pequeño Álvaro.
Era
una niña alegre, listilla, traviesa y con una desbordante imaginación. Lo que
más le gustaba en el mundo era asustar a Álvaro.
Inventaba
historias de monstruos “comeniños” de vampiros “chupa-sangre” o de brujas que
convertían a los hermanos pequeños en sapos para después cocinarlos en sus
calderos.
Aprovechaba
cualquier ocasión para asustar a su hermanito. Se escondía detrás de las
puertas, se metía dentro de los armarios, se colaba debajo de las camas y le
encantaba disfrazarse de la manera más terrorífica.
Me
da igual que protestes Celia. No vas a venir con nosotros al Centro Comercial.
Estás castigada. – le dijo mamá, mientras Celia no paraba de quejarse.
Tienes
la cena en el microondas. Haz los deberes y recuerda que bajo ningún concepto
debes de abrir la puerta a nadie. Y nada de tele. Llegaremos alrededor de las
diez. ¿Lo has entendido todo? – Si ,mamá, dijo Celia con desgana.
No
era justo. Sólo le había dado un susto pequeñito. Tampoco había sido para
tanto. No entendía porqué mamá se había enfadado tanto.
Esperó
a que el coche se alejara por el camino y bajó corriendo al salón. Decidió que
los deberes tampoco corrían tanta prisa. Era viernes y tenía todo el fin de
semana para terminarlos. ¿Verdura? ¡Puaf! Un bol de palomitas con mantequilla
sería mejor cena. Y de postre… ¡helado!
Celia
se había quedado dormida en el sofá. Miró el reloj y advirtió que eran más de
las doce. Se levanto enfadada. Seguro que estaban en la hamburguesería. ¡No era
justo!
De
repente. Calló en la cuenta de que estaba sola en casa y que era la hora de las
brujas. Celia no seas tonta, si las brujas no existen, se dijo a sí misma. Una
risa atronadora llenó el salón y notó como a su espalda una sombra cruzaba el
comedor.
Celia
corrió despavorida hacia la puerta principal. La abrió y cuando se disponía a
salir pro primera vez en su vida sintió miedo. En el exterior se cernía la más
negra oscuridad.
El
viento agitaba las ramas de los árboles y daban en los cristales del piso de
arriba. ¿Y sien realidad eraun vampiro esperando para que le abriese la
ventana? Porque como le había contado as u hermano en vientos de ocasiones los
vampiros tienen que ser invitados y una vez que les has dejado entrar estás
perdido. Se abalanzan sobre ti y te chupan la sangre hasta que no queda ni una
gota.
Iría
a su habitación. Allí estaría segura. Subió todo lo deprisa que pudo la
escalera y con un sonoro portazo cerró la puerta. Buscó el interruptos a
tientas y lo pulsó. La luz no se encendía. ¡La luz no se encendía!
¡¡¡Ahhhhh!!!
Algo peludo le había rozado el hombro. ¿Sería verdad que debajo de las camas y
dentro de los armarios habitaban los monstruos con los que cada noche asustaba
a su hermano?
Se
metería en la cama y se taparía con la sábana hasta la cabeza. Si es lo que
haría. Pero al instante deshecho la idea. ¿Acaso las sabanas la protegerían de
los afilados colmillos del vampiro, de las garras del monstruo peludo o de la
bruja con su maléfica risa?
Una
mano empezó a zarandearla. Gritó, gritó todo lo fuerte que pudo y no dejó de
gritar hasta que escuchó la voz de su madre intentando hacerla callar.
-
Celia ¿acaso
te has vuelto loca? ¿No te das cuenta del susto que nos has dado?
Celia
no dejaba de llorar y relataba entre hipidos lo que le había sucedido esa
noche.
-
¡Ya está bien! Esto pasa de castaño a oscuro. Deja de decir mentiras. Los
vampiros sólo existen en las películas, las brujas sólo viven en los cuentos de
hadas y te puedo asegurar que los monstruos peludos no viven en los armarios ni
esperan agazapados debajo de las camas para llevarse a los niños. Tienes
demasiada imaginación y deberías usarla para algo más constructivo.
Juan,
¿crees que Celia habrá aprendido la lección? – preguntó la madre de Celia a su
marido.
Estoy
seguro cariño, estoy seguro…
Y
es que lo que Celia no sabía es que sus padres y su hermano habían sido los
responsables de todo aquello…
Los
monstruos no existen niños… ¿o si?